El Quijote en 17000 tuits
El Quijote de Andrei Markov - ejemplo

Éste es un ejemplo de frase generada por el ingenio de Andrei Markov. Se hizo con una verosimilitud de 3, lo significa que se tomaron bloques de 3 palabras seguidas del Quijote como semilla. Dado un bloque, Markov busca en el Quijote todos los lugares donde aparecen esas 3 palabras. De una de esos lugares elegido al azar usamos la palabra que continúa el bloque y la añadimos a nuestra frase. Volvemos a repetir el proceso con las 3 últimas palabras de nuestra frase.

En la parte inferior del ejemplo se pueden observar las frases del original de las que Markov seleccionó las distintas palabras. En este ejemplo, dichas frases originales ya han sido recuperadas y se muestran bajo la frase generada. En el generador de Markov, se pueden buscar seleccionando un trozo del texto generado y pulsando el botón Buscar texto. Se pueden borrar las consultas o las coincidencias individualmente, según se vaya precisando.

La verosimilitud puede ser de 1 a 4 palabras. Cuantas más palabras haya, más fidelidad al original tendrá el texto generado. Un valor 0 sería como elegir palabras al azar, mientras que el valor 5 es incapaz de producir frases por combinación, de modo que se obtienen sólo frases propias del Quijote.

Respondió el cabrero que las guardaba, que era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta que entonces le hacía; mas todo lo llevaba con gusto, por parecerle que siempre había de hablar dél y de aquel ligamiento.
Núm. 3 (3 de 4): Primera parte, Capítulo XXIV
Respondió el cabrero que ya lo había dicho, y que si él no lo había oído, que no era suya la culpa.
Núm. 1 (1 de 1): Primera parte, Capítulo XXIII


Estándola mirando, oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y a deshora, a su siniestra mano, parecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas, por cima de la montaña, pareció el cabrero que las guardaba, que era un hombre anciano.
Núm. 1 (1 de 2): Primera parte, Capítulo IV


Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y, por la figura y por las razones, luego echaron de ver la locura de su dueño; mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto, le dijo:

-Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla: que si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida.
Núm. 2 (2 de 2): Primera parte, Capítulo XVI


El lecho, que era un poco endeble y de no firmes fundamentos, no pudiendo sufrir la añadidura del arriero, dio consigo en el suelo, a cuyo gran ruido despertó el ventero, y luego imaginó que debían de ser pendencias de Maritornes, porque, habiéndola llamado a voces, no respondía.
Núm. 1 (1 de 1): Primera parte, Capítulo III


El ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de oírle semejantes razones, y, por tener qué reír aquella noche, determinó de seguirle el humor; y así, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía, y que tal prosupuesto era propio y natural de los caballeros tan principales como él parecía y como su gallarda presencia mostraba; y que él, ansimesmo, en los años de su mocedad, se había dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga, Islas de Riarán, Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba y las Ventillas de Toledo y otras diversas partes, donde había ejercitado la ligereza de sus pies, sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas y engañando a algunos pupilos, y, finalmente, dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda España; y que, a lo último, se había venido a recoger a aquel su castillo, donde vivía con su hacienda y con las ajenas, recogiendo en él a todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y condición que fuesen, sólo por la mucha afición que les tenía y porque partiesen con él de sus haberes, en pago de su buen deseo.
Núm. 1 (1 de 2): Segunda parte, Capítulo XLIV
Finalmente, él se recostó pensativo y pesaroso, así de la falta que Sancho le hacía como de la inreparable desgracia de sus medias, a quien tomara los puntos, aunque fuera con seda de otra color, que es una de las mayores señales de miseria que un hidalgo puede dar en el discurso de su prolija estrecheza.
Núm. 2 (2 de 2): Segunda parte, Capítulo LVII
Que trata de cómo don Quijote se despidió del duque, y de lo que le sucedió con la discreta y desenvuelta Altisidora, doncella de la duquesa


Ya le pareció a don Quijote que era bien salir de tanta ociosidad como la que en aquel castillo tenía; que se imaginaba ser grande la falta que su persona hacía en dejarse estar encerrado y perezoso entre los infinitos regalos y deleites que como a caballero andante aquellos señores le hacían, y parecíale que había de dar cuenta estrecha al cielo de aquella ociosidad y encerramiento; y así, pidió un día licencia a los duques para partirse.
Núm. 1 (1 de 1): Primera parte, Capítulo XXIX
Luego subió don Quijote sobre Rocinante, y el barbero se acomodó en su cabalgadura, quedándose Sancho a pie, donde de nuevo se le renovó la pérdida del rucio, con la falta que entonces le hacía; mas todo lo llevaba con gusto, por parecerle que ya su señor estaba puesto en camino, y muy a pique, de ser emperador; porque sin duda alguna pensaba que se había de casar con aquella princesa, y ser, por lo menos, rey de Micomicón.
Núm. 1 (1 de 1): Segunda parte, Capítulo XLIV
Cómo Sancho Panza fue llevado al gobierno, y de la estraña aventura que en el castillo sucedió a don Quijote


Dicen que en el propio original desta historia se lee que, llegando Cide Hamete a escribir este capítulo, no le tradujo su intérprete como él le había escrito, que fue un modo de queja que tuvo el moro de sí mismo, por haber tomado entre manos una historia tan seca y tan limitada como esta de don Quijote, por parecerle que siempre había de hablar dél y de Sancho, sin osar estenderse a otras digresiones y episodios más graves y más entretenidos; y decía que el ir siempre atenido el entendimiento, la mano y la pluma a escribir de un solo sujeto y hablar por las bocas de pocas personas era un trabajo incomportable, cuyo fruto no redundaba en el de su autor, y que, por huir deste inconveniente, había usado en la primera parte del artificio de algunas novelas, como fueron la del Curioso impertinente y la del Capitán cautivo, que están como separadas de la historia, puesto que las demás que allí se cuentan son casos sucedidos al mismo don Quijote, que no podían dejar de escribirse.
Núm. 1 (1 de 1): Primera parte, Capítulo XXXIX
Digo, en fin, que nos despedimos dél y de aquel nuestro tío que he dicho, no sin mucho sentimiento y lágrimas de todos, encargándonos que les hiciésemos saber, todas las veces que hubiese comodidad para ello, de nuestros sucesos, prósperos o adversos.
Núm. 1 (1 de 1): Segunda parte, Capítulo XXIX
Preguntóle Sancho la causa de aquel súbito apeamiento y de aquel ligamiento.